miércoles, 23 de septiembre de 2015

El Bosque de Karadima (Fin Semana Cine Chileno)

Estimados Lectores:

Quise cerrar este especial de cine chileno con algo distinto. Sí, todos nos reímos con mis ataques de furia en Fuerzas Especiales y Barrio Universitario, y siempre viene bien algo como sea lo que haya sido la review de Ángel Negro, pero a veces, siento que tengo miedo de hablar de algunas películas... distintas. No porque no sean comerciales, sino porque pueden herir susceptibilidades. Una de mis películas favoritas de mi vida, El Laberinto del Fauno, ha sido postergada indefinidamente porque siempre salta alguien diciendo "¡ASÍ NO ERA EL GOBIERNO DE FRANCO!". ¿Qué demonios? ¡Si ni siquiera vivo en España, porque habría de importarme! Dicho eso... Probemos. Hagamos un ejercicio de civilidad. Hablemos de "El Bosque de Karadima" sin ponernos límites. 

Brace Yourselves


Título Original: El Bosque de Karadima
Año: 2015
Director: Matías Lira

Sé que resultara extraño de creer, pero hay lectores de este blog que no son chilenos, y como la parada Donald Trump no es de mí preferencia, contextualizaré esta película un poco para ellos y también para quienes necesiten refrescar en su memoria estos oscuros sucesos: por el año 2010, varios medios chilenos denunciaron masivamente la siniestra situación de la Iglesia de El Bosque, una de las principales parroquias de Santiago, pues su sacerdote, Fernando Karadima, estaba siendo acusado de haber abusado sexualmente de varios feligreses. La situación estalló cuando Informe Especial arrojó un programa donde uno de los abusados, James Hamilton, aparecía explicando de manera bastante gráfica los abusos de que había sido víctima. 

El asunto provocó especial revuelo pues, durante la dictadura militar, Karadima era considerado una especie de santo, uno que se relacionaba directamente con las altas autoridades y poderes fácticos del país. El hombre era prácticamente el nuevo mesías. La respuesta de sus seguidores a las denuncias fue bastante violenta, acusando una campaña fuera de la Iglesia para desacreditar a su salvador. Irónicamente, mientras la justicia chilena declaró que los crímenes estaban prescritos, fue el propio el Vaticano quien señaló que los crímenes eran muy reales. Y en un acto de gran audacia, Karadima fue arrojado a un volcán ardiente y el mundo entero celebró. 

Ojalá. 

No, Karadima fue "suspendido", aunque técnicamente sigue siendo un sacerdote. No estoy seguro donde está ahora, según la película recluido en un convento, pero no es el punto. El asunto es que pueden imaginarse que hacer una película al respecto no iba a ser sencillo, mucho más cuando aún quedan defensores eternos del cura, y no faltarían las voces que esto es sacar provecho de un hecho bastante doloroso para la Iglesia y para el país.

Primero me deja mi esposa en La Memoria del Agua y ahora esto


Personalmente, creo que el cine es un excelente medio de denuncia, y si la película es buena y se nota cariño y esfuerzo en ella, ¿porqué no? ¿Tenemos miedo de hablar de estos temas en el país? A veces, la única forma de desmitificarlos es a través del arte. Mientras no se transforme en una ridiculez como la cinta contra Homero y "ahora te tocaré la jalea", pues creo que no hay nada que temer. 

La película, protagonizada por Benjamín Vicuña, cuenta la vida de Thomas Leyton (quien es en realidad James Hamilton con el nombre alterado), un joven de diecisiete años que llega a la Iglesia del Bosque buscando orientación del "Santito", el Padre Fernando Karadima (Luis Gnecco) acerca de su posible vocación sacerdotal. Pronto, y sin que lo note, Thomas comienza a caer en una red donde el padre controla cada uno de los aspectos de su vida, desde sus peores miedos a sus mayores anhelos, en una teleraña que se entenderá después a su esposa y a sus hijos. Y cegado por fe, Thomas no notara como Karadima poco a poco comienza a abusar de su intimidad sexual, manipulado por palabras de pecado y tentación...

Lo primero que me llamó la atención de esta película es que no es esencialmente una historia sobre abusos sexuales, aunque están muy presentes y son una de la temática centrales de la película. Es, en cambio, una cinta sobre control, sobre como un hombre posee un poder ilimitado sobre la vida de otros que lo siguen ciegamente debido a su fe. "Toda nuestra vida es una farsa... nuestro matrimonio, todo fue planeado por él", dice en un punto Benjamín Vicuña. Su esposa, angustiada, responde: "...¿pero nuestros hijos?". Vicuña baja la mirada. Esa sola escena es casi tan intensa como cualquier secuencia de abuso que pueda mostrar esta película.


Este punto muchas veces es pasado por alto cuando algunos miembros de la Iglesia rasgan vestiduras diciendo "hey, pero hay abusos en colegios, familias, clubs de futbol, nombra lo que quieras"... Es cierto, pero dejando de lado que ninguna de esas son instituciones globales con una estructura encargada de cubrir estos hechos, olvidan que un sacerdote tiene un poder, para bien o para mal, bastante ilimitado sobre una creyente. Porque la fe es el área más intima, más sagrada, de alguien que cree, y la única persona que te permite canalizar esto es un sacerdote, o al menos, eso te meten en la cabeza. Abres tu alma a esa persona. Hay una frontera con el cielo: el sacerdote. Y si un cura abusa de esa área tan sagrada, es mucho más grave a que lo haga un profesor, o incluso un miembro de la familia.

Yo fui católico. O lo soy. Estoy en un área gris. Puedo entender estas cosas, porque mirando para atrás, siento que en muchos puntos de mi vida, mis decisiones, errores y aciertos fueron tomados en consideración a lo que pensarían estas personas, a quienes uno ve como representantes de Dios. ¿No quieres hacer feliz a la Virgen? ¿No quieres ser un santo, un héroe para la Iglesia? Estas cosas suenan magníficas con una canción y una bandera, pero mirando para atrás, no puedo evitar preguntarme si yo mismo no estaba renunciando a mi libertad, lenta y voluntariamente, cayendo a un agujero del que al final no hay escape. No quiero decir que haya sido nefasto, de hecho tengo recuerdos con mucho cariño de mi adolescencia católica y de las personas con las que interactué, pero a veces siento que inconscientemente, estamos privando de libertad a muchos creyentes cuando la religión debería vivirse en libertad.

No quiero desviarme demasiado, pero mi punto es: como participante de la Iglesia, puedo decir que esta película retrata de forma siniestramente exacta muchos de los juegos de control y manipulación que se dan. Las dinámicas, las conversaciones, son casi calcadas a lo que se vive en muchas instituciones católicas. Sí, a veces un poco demasiado exageradas, pero si los testimonios sobre el padre Karadima son reales, quizás no sean exageraciones lejanas a la realidad.

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En ese sentido, las escenas de abuso funcionan, incluso siendo extremadamente crudas, porque funcionan en este contexto de control y manipulación, donde el personaje de Benjamín Vicuña no es capaz de ver lo que está sucediendo frente a él. Incluso cuando es abusado a los 17 años, sigue bromeando y tratando al padre como su guía espiritual, de su esposa, de su hijo. Honestamente, estas escenas fueron bastante incómodas de ver, pero en un buen sentido, en el sentido que esperaba que lo hiciera la película, que te conmocionan y te hacen meditar sobre estos hechos. 

No tengo porque si quiera decirlo, pero Benjamín Vicuña se manda nuevamente la actuación de su vida. Deberíamos estar más atentos a lo que haga don Benjamín, está demostrando una capacidad increíble para transmitir emociones... Por su parte, Luis Gnecco como el Padre Karadima también hace un papel increíble, logra exactamente lo que debería hacer todo buen actor: hacer desaparecer al interprete para dejar paso al personaje. Si un actor es capaz de crear esa ilusión al espectador, es porque algo estamos haciendo bien. 

Ahora, con todas las flores que puedo lanzarle a esta película, si tengo un par de problemas. La sección sobre la Iglesia metiendo presión para ocultar estos crímenes parece hecha un poco a la rápida y un tanto caricaturesca, con diálogos que claramente Karadima o Ezzati o quien sea no dirían ni de casualidad. "Si caigo, caen todos conmigo", "JIJIJIJI, nadie caeráaa", ¿qué, son villanos de James Bond, porque no pusieron a Karadima con un gato blanco de paso? Y me molesta porque siento que es un elemento central en el drama del Bosque: como la Iglesia ocultó estos sucesos. Si los retratamos de forma tan caricaturesca, las personas van a mirar esta película y decir "no creo que eso haya sido así". 


A veces, también, sentí que la calidad de producción era la de un excelente programa de televisión más que una película. Lo cual es curioso:  me enteré de que El Bosque de Karadima sería estrenado como una serie de tres partes por Chilevisión, con hora y media extra de material... ¡Casi el doble de duración de la película! Quizás siempre estuvo pensado de esa manera, porque algunas secciones parecen hechas con acelerador, como si estuvieramos apurados a llegar al siguiente abuso. 

Pero fuera de esos detalles, esta es una gran película y que debiera ser vista por todos. Incluso católicos. Quizás no estén de acuerdo con mis reflexiones, pero al menos debería servirnos para cuestionarnos si estamos haciendo las cosas bien, y si aún es el momento para cambiarlo. Yo creo que aún no es tarde. Estamos yendo en el camino correcto en los últimos años, particularmente con el nuevo Papa... Pero basta de chachara religiosa. Con esto cerramos la semana de la chilenidad, lamento que haya sido en una nota tan oscura, pero los próximos días retornamos a la segunda parte de la maratón de James Bond, y también me enfrentaré a Ignis Fatuus por decidir si Escape From New York es lo mejor o lo peor que le ha pasado al planeta Tierra.

Atentamente,
Farfaramir, el polémico

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